martes, 18 de julio de 2023

Cementerio de perros

 


No hay hora exacta, ni preferida. En las mañanas, en las noches, no importa. La pala entra con fuerza en la tierra húmeda y pastosa. Hay quienes cavan profundo, hay quienes en unas cuantas paladas dejan todo listo. Tarde o temprano los gallinazos llegarán. Es un ritual, una necesidad amarrada al cariño, al apego o quizá una muestra de gratitud, así como pasa con los seres humanos. Expresiones de amor, de lealtad, son comunes a lo largo del canal de aguas negras que atraviesa el oriente de Cali. El caño, como se le conoce en los alrededores. Desde la Carrera 3 hasta la Carrera 1A sobre toda la Calle 73a, a lo largo de 2,27 Kilómetros, atravesando los barrios Calimio Norte, San Luis, Gaitán y Petecuy, se extiende ese Cementerio de perros, en que se ha convertido el pequeño jarillón que protege las comunidades del desbordamiento del canal.


Las familias o las parejas llegan con los cuerpos de los animales en cajas de cartón con marcas de alimentos, en costales o sencillamente en los brazos de su ama o amo. No hay lugares preferidos para enterrarlos. Unos han quedado bajo los árboles, otros en espacios abiertos. Hay quienes han dedicado a cavar profundamente, pero también quienes lo hacen superficialmente. 



En la ciudad existen diversos servicios de exequiales para mascotas, tales como cementerios, seguros de vida, cremaciones, cementerio virtual, etc. Los costos van desde los trescientos mil pesos hasta dos millones. Desde hace un par de décadas la domesticación de animales ha aumentado considerablemente y consigo el respeto por sus derechos y la aplicación de leyes que los reconoce como sujetos de derechos.

Durante los 80’s y 90’s las autoridades sanitarias de las grandes ciudades implementaron una cruel estrategia para controlar la proliferación de perros callejeros. La Perrera, como se le conocía popularmente, era un grupo de funcionarios equipados con gruesos trajes, guantes y mallas gigantescas que se encargaban de ir de barrio en barrio, de calle en calle capturando perros callejeros que luego echaban a unas camionetas LUV acondicionadas en la parte trasera con una gran jaula, enmallada, donde la furia canina saltaba a ladrazos. Esto se hacía por ley, para controlar la proliferación de la rabia y la sobrepoblación. Luego, estos los llevaban a la Calle 26 con Carrera 9. Ahí, si en tres días no aparecía el dueño, el perro era electrocutado y posteriormente calcinado. 

El paso del tiempo sin duda ha cambiado las prácticas relacionadas con la tenencia de mascotas. Años atrás no existían servicios exequiales para animales, ni mucho menos lugares públicos o zonas verdes donde sepultar estos animales. La práctica era arrojar los cuerpos al Río Cauca o en el caño que atraviesa el oriente. Eran normal ver flotar los cuerpos de los Pit Bull, de los criollos, de los french poodle, de los Bóxer.

Basta caminar por este corredor que bordea el caño para identificar los entierros que las personas han realizado. Desde llamativas tumbas con accesorios llenos de ternura y amor, hasta simples montículos de tierra que muchas veces son descubiertos por los gallinazos. 




En efecto, muchas veces por la prisa o el desconocimiento, hacen los entierros a pocos centímetros de profundidad. Esto genera que los gallinazos aterricen en manada donde el olor a carne putrefacta les indica está la carroña. Resulta entonces común ver pequeños huesos de animales, retazos de pellejo con pelos y un olor fuerte en el ambiente.


Para los ciudadanos que viven en sectores populares es común recurrir a este tipo de lugares para sepultar sus mascotas, quizá ante la falta de recursos económicos o a la falta de conocimiento de las posibilidades exequiales para estos animales.

Muy cerca del canal de aguas negras del oriente de la ciudad, a su paso por los barrios Petecuy y Gaitán, se encuentra un lugar público donde un grupo de líderes dispuso de una minúscula zona verde junto a una Sede Comunal de una Junta de Acción Comunal, para que los vecino del sector, sepultaran sus mascotas.


En el barrio Gaitán, junto a su sede comunal, en medio de un pino, una palma y otra especie arbórea se detallan las lápidas de varios peluditos que sus dueños ubicaron en homenaje a sus vidas. Manolo, Mota, Huesos, Katrina y Candy son los nombres que se leen en las pequeñas lápidas, también se alcanza a reconocer la raza, fechas de nacimiento y deceso.  






Estas manifestaciones son el reflejo del amor, del cariño y del respeto que muchas personas tienen con animales. No es normal encontrar este tipo de actos en barrios populares, en zonas verdes que se instalan como monumentos, como lugares de agradecimiento, sagrados para quienes que tuvieron que enterrar a sus mascotas en medio de las lágrimas, del vacío que deja la muerte en todas y todos. 

Existen otros tipos de personas que sus manifestaciones responden más a la necesidad de deshacerse del cuerpo de la mascota, que a la intención de emular una sepultura cristiana. Se encuentran aquellos que envuelven los cuerpos en costales, en bolsas, en cajas de cartón que luego arrojan al Río Cauca o al mismo canal de aguas negras que atraviesa el oriente. Durante algunos años, para quienes vivimos sobre esta canal, ver los cuerpos flotantes de perros y gatos que sus amos arrojaron al caño sin más decoro que un costal o un chapuzón a las aguas negras y fétidas. 



El Río Cauca fue también, durante muchos años, lugar para el arrojo de animales muertos, incluso caballos, vacas y burros. Aún en pequeñas playas se pueden encontrar los huesos de algunos animales sacrificados o arrojados en estos lugares.


Esta crónica va dedicada a esas personas que se han dado a la tarea de cavar, de agarrar una pala, de pintar unos cuantos retazos de madera, comprar cintas decorativas, encargar lápidas de mármol o escribir el nombre de su mascota en pequeños recuadros de madera, a quienes creen que los animales requieren de vuelta un ritual al partir, para ellos esta historia dolorosa, pero decorosa. 

Para aquellos que lanzan los cuerpos al canal o al río, como si se tratara de una venganza entre narcos, un ajuste de cuentas o una desaparición, para esas personas quizá habrá sensibilidad alguna que lo lleve a construir un mundo mejor.




Cementerio de perros

  No hay hora exacta, ni preferida. En las mañanas, en las noches, no importa. La pala entra con fuerza en la tierra húmeda y pastosa. Hay q...