lunes, 15 de julio de 2019

Cali y su miedo ambiente




"Este paranoico espacio urbano contemporáneo de unidades residenciales enmalladas, patios y ventanas enrejadas, centros comerciales vigilados con circuitos cerrados de televisión, las entradas a los edificios con vigilantes armados (“en los lugares hay que identificarse”), el gesto femenino de quitarse distraídamente las alhajas al salir a la calle, el nerviosismo frente a personas extrañas, (por su traje, su andar, su mirada, en fin) son manifestaciones del Miedo Ambiente y el individualismo aislante generalizado en nuestras ciudades.

Estas características simbólicas y gestuales manifiestan una cultura de la agresión y forman parte del marco físico ambiental en el que sobre-vivimos diariamente y, al que con excesiva indiferencia, nos hemos acostumbrado".

Oscar Becerra
El miedo ambiente urbano y la construcción de identidad



Es imposible no dar opinión sobre lo sucedido en nuestra ciudad respecto a las decisiones políticas tomadas alrededor de la Seguridad Ciudadana. 

En Cali el miedo ambiente siempre ha sido sombrío, temeroso. Corre el año 2019 y matan en cualquier lugar. Te roban en cualquier lugar. Te da miedo en cualquier lugar. En la década del 2000 al 2010, la ciudad fue el escenario de masacres en Centros Comerciales, Cementerios, Discotecas. También mataban en cualquier lugar, te robaban en cualquier lugar. Te daba miedo ser atracado en el paradero del bus, dentro del bus. Hoy te da miedo una estación del MIO, un bus del MIO. Años atrás te bajaban las zapatillas, las cadenas. Hoy te da miedo que te bajen todo. Te daba miedo escuchar el ronroneo de una 115, de una DT. Hoy cualquier ronroneo es sinónimo de alerta. El miedo va evolucionando, va buscando adaptarse a lo nuevo. El miedo como estructura viva.

Desde los años noventa los que habitamos el oriente hemos escuchado cómo la ciudad del miedo ambiente pedía a gritos la militarización de las comunas más violentas. Hoy se militarizan algunas comunas, algunos lugares estratégicos y se aplican mil estudios técnicos para contrarrestar los efectos de la violencia. Da igual, los muchachos se siguen matando. El microtráfico es un poder infinito.

2019 y el debate es el parrillero hombre. Entonces la sociedad empresarial y gerencial se abruma al saber que el retrovisor se va a llenar de motos con poder y permiso sicarial, pero olvida que la violencia se transfigura y que Cali es una ciudad hostil en la que a diario asesinan mínimo 10 jóvenes por semana desde la época de los noventa. Esto es un “juvenicidio” en acción en las últimas dos décadas. ¿Y? ¿Dónde está esa sociedad alarmada? ¿Dónde están sus Secretarios de Seguridad pensado en resolverles este problema a los que vivimos en el oriente o en la ladera? No importa. No les importa. La ciudad de ellos está allá y se alarman cuando debemos usar las mismas vías, cuándo usamos los mismos centros comerciales, los mismos cementerios, los mismos restaurantes, cuándo se encuentran en el mismo aeropuerto, en los mismos supermercados. 

Todo va mutando. Tanto así que tiempo atrás los sicarios, los atracadores, los estafadores salían de los estratos bajos, del oriente. Hoy quien agarra bolsos de mujeres en restaurantes puede ser estrato 5. Quienes te llegan a los locales de comida a robar son hombres estrato 3 o 4. Esa otra Cali, la bonita, la estudiada, la afro privilegiada, viene engendrando sicarios y atracadores. Hay muchos problemas de fondo. Gravísimos. 

La medida de permitir el parrillero hombre es lo que mejor le puede pasar a la ciudad. Cali da una imagen de ser gobernada timoratamente desde el clamor ciudadano y los efectos negativos de medidas como esta. Como ciudadanos debemos permitirnos ser parte de la solución. El impacto económico y moral de una medida como está en la mitad de la población impactaría favorablemente el desarrollo social de nuestra ciudad. ¿Y cómo? Permitiendo llegar a lugares de trabajo, estudio y ocio en corto tiempo y a bajo precio. Si los estudios demuestran que la mayoría de los viajes en bici que se hacen en nuestra ciudad son en el oriente y de afrocolombianos que van a trabajar, es por lo mismo que un grueso del porcentaje de quienes viajan en moto son padres de familia que llevan sus hijos a casa, universitarios y técnicos que llenan los parqueaderos del SENA, del Antonio Camacho y cualquier instituto en Cali. 

El problema no es de ahora, no es de Villamizar, no es de Armitage, el proceso viene de mucho atrás, viene desde muchas alcaldías que dejaron mutar las problemáticas de violencia, de la misma autoridad involucrada en casos descabellados. 

Por eso hay que dejar rodar los procesos, debemos atrevernos a ser capaces de innovar, aunque a veces muchos lo entiendan como jugar con la ciudad, el caleño debe permitirse la oportunidad y el tiempo que la ciudad avance. 

El trabajo realizado por la Alcaldía frente a la reducción de homicidios no ha sido el mejor, pero hay resultados que hacen parte de un proceso, uno que hoy parte de la sociedad se niega a asumir. Recorro el oriente y puedo dar fe de grupos de jóvenes reunidos pensando su proyecto de vida, otros con el liderazgo en mano salvando a otros. No es el cambio perfecto. Se sigue matando muchos jóvenes, pero se empieza por algún lado, de alguna manera y esta ha sido una con cifras, resultados, estudios y mil problemas que han aportado al cambio. 

Está ciudad es de todos y para todos.

Cementerio de perros

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